Se ha cumplido entre ayer y hoy el 85 aniversario del fusilamiento del más ilustre de los casareños, Blas Infante, a cargo de las tropas golpistas durante la Guerra Civil. Ocurrió en la madrugada del 10 de agosto de 1936 en el kilómetro 4 de la carretera Sevilla-Carmona, junto a la tapia del cortijo Gota de Leche. Tenía 51 años. Había sido arrestado el 2 de agosto en su casa de Coria del Río, Villa Alegría. Permaneció encerrado en el cine Jáuregui de Sevilla, convertido en cárcel por el bando sublevado, hasta el día del fusilamiento, cuando fue trasladado a las afueras de Sevilla en un camión junto a Fernández de la Bandera (alcalde de Sevilla), Emilio Barbero Núñez (teniente de alcalde) y los diputados socialistas Manuel Barrios Jiménez y Fermín de Zayas. En la sentencia sin juicio que le condenó (anulada por el Congreso de los Diputados en octubre de 2020, con el voto a favor de todos los partidos, excepto la abstención de Ciudadanos y el voto en contra de VOX) se cita que “formó parte de una candidatura de tendencia revolucionaria en las elecciones de 1932” y que “en los años sucesivos hasta 1936 se significó como propagandista para la constitución de un partido andalucista o regionalista andaluz”, algo que no era ilegal en el momento de su fusilamiento. Su pensamiento, que hablaba de autogobierno, federalismo, multiculturalidad, laicismo, dignidad para la mujer, justicia y enseñanza gratuitas, ideas que finalmente le costaron la vida, sigue estando perfectamente vigente.

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