Calle la Fuente y fachada del Cinema Ortiz (Casares)
Fotografía: Entrada a la calle la Fuente (Archivo BTM)

En la calle de la Fuente Vieja, número 62, frente al antiguo Ayuntamiento de Casares, se construyó a principios de los años cincuenta del pasado siglo el Cinema Ortiz. Fue una ventana de luz en un Casares aletargado, sumergido en la pobreza y la miseria, que salía de sus días más tristes y negros.

El cine se edificó sobre las ruinas de la sede de la UGT, el sindicato de socialistas y comunistas de la época republicana, y sobre otras viviendas particulares. En los años cuarenta, en sus bajos se había instalado un cuartel de Infantería, conformado en su mayoría por tropas moras con el objetivo de combatir a los guerrilleros antifascistas huidos a la sierra.

Francisco Ortiz, industrial y comerciante de Casares, fue su constructor, siguiendo un modelo de edificación moderna para aquella época, con bloques, paredes enfoscadas, techo de cerchas y cubierta de tejas alicantinas.

Comenzó la actividad de proyección cinematográfica en la temporada 1950/51, publicitándose con octavillas y el cartel de referencia, que señalaban cada próxima emisión.

Cinema Ortiz (Casares)
Fotografía: un modelo de edificación moderna para aquella época, con bloques, paredes enfoscadas, techo de cerchas y cubierta de tejas alicantinas. En la imagen se ve el palco y los huecos en la pared a través de los que se proyectaba la película.

Las instalaciones

El proyector y la maquinaria auxiliar habían sido adquiridos de segunda mano en Alozaina y traídos a Casares por un histórico camionero de la comarca, Pepe Ramírez, vecino de San Luis de Sabinillas.

En el año de 1965, la familia propietaria adquirió a José Rojas un caserón en el extremo más cercano al Llano de la Fuente, de trágico recuerdo en Casares por las inundaciones del 4 de noviembre de 1903, cuando el agua arrastró estas viviendas de carabineros y perecieron ahogadas cinco personas.

En este caserón se construyó el hall del cine, con taquilla cerrada para la venta de entradas y los servicios higiénicos, algo novedoso en aquellos años. En este recibidor se adornaban las paredes con cartelería de películas conocidas y fotografías de actores famosos de los años cincuenta. Un material que tuve la suerte de poder salvar de la hoguera en la legislatura gilista (1995-2000).

La entrada a la sala de proyección se hacía a través de una puerta batiente con aperturas acristaladas en ojo de perdiz y una tupida cortina roja muy desteñida por el paso del tiempo.

Se accedía al patio de butacas por debajo de una gran pantalla rodeada de una estrecha cortina, festoneada de color azul royal. A la izquierda se localizaba un viejo y vetusto piano, al que nunca se le escuchó una nota musical, envuelto en una tela rosa con encajes que había conocido mejores tiempos; a la derecha había un pequeño puesto de chucherías.

Fila de butacas del Cinema Ortiz (Casares)

Constaba el local con una doble fila de butacas de madera, con pasillo central y aproximadamente cincuenta filas numeradas. En la parte posterior sobresalía el palco de uso propio para la familia Albarrán, yerno del propietario y allegados.

Desde una pequeña sala superior se hacía la proyección. A través de unos huecos en su pared salían unos haces luminosos convertidos en imágenes en la gran pantalla.

Si la entrada al cine se hacía por una puerta principal, la más cercana al caño, la salida a la calle de la Fuente se realizaba por las puertas laterales del lado derecho, siempre acompañada por ritmos musicales y marchas militares, para que la evacuación fuese rápida y efectiva.

Afiche de la película "Lo que el viento se llevó" (1939)
Afiche de la película «Lo que el viento se llevó» (1939), proyectada en España a partir de noviembre de 1950 y en Casares en la década de 1960, un retraso motivado por la censura,

Las sesiones

En los años de penumbra y oscuridad en Casares, el Cine Ortiz-Albarrán aligeró la sequía cultural y de ocio de varias generaciones de casareños y sus hijos.

El séptimo arte nos hizo viajar por todo el mundo. Nos hizo llorar, reír y soñar, sacando todo lo bueno de la gente de mi pueblo.

Con tres sesiones semanales (jueves, sábado y domingo), si la proyección tenía repercusión y era muy del agrado del público se podía duplicar sesión en el sábado o domingo por la tarde.

En este tiempo, siguiendo un ritual de emociones compartidas, comenzaba la exposición pública de las carteleras de excitantes fotos y fotogramas de la película, colgadas en la fachada del comercio que la familia propietaria del cine poseía a la entrada de la calle de la Fuente.

Recuerdo un niño de mi edad que por sus circunstancias no podía asistir a la proyección. Con una habilidad pasmosa teatralizaba las fotos de la cartelera con tal realismo, que verlo era ya propiamente un espectáculo, aunque su interpretación no tuviese ninguna coincidencia con la película proyectada. También en la pobreza existe la ilusión.

Comenzaba la sesión con el NO-DO, noticiero semanal cinematográfico español, propagandístico del régimen y de obligada proyección en todos los cines del país. Seguía la proyección de la película en una secuencia de tres rollos y dos cortes con descanso.

Las películas

Todas las grandes obras cinematográficas del momento, tanto nacionales como internacionales, autorizadas por la censura oficial, pasaron por Casares.

Se proyectaron películas de pasión y amor siempre comedidos, recatados en las apariencias; odios, aventuras y desventuras donde el mismo indio podía morir un sinfín de veces; comedias y tragedias con final feliz.

Con el conocimiento que tenía la gente, cada cual mostraba sus preferencias por actores y actrices que llenaban la pantalla fotograma a fotograma: Errol Flynn, Clark Gable, Rita Haywoth, Ava Gardner, Paco Rabal, Vicente Parra, Antonio Molina, Sara Montiel, Pepe Isbert, Rafaela Aparicio y tantos otros, que considero una injusticia no poder nombrarlos.

Fotografías rescatadas del Cinema Ortiz (Casares)
Fotografías originales de actores y actrices de los años 50, rescatadas de la quema. De izquierda a derecha, Esther Williams, Van Johnson y Errol Flynn

Algunos de los títulos proyectados han pasado a la historia de la cinematografía, como “La reina de África” (1951), ”Cantando bajo la lluvia” (1952), “Al este del Edén” (1955), “El puente sobre el río Kwai” (1957) y, sobre todos ellos, “Lo que el viento se llevó” (1939). ¿Quién no se creyó alguna vez protagonista de la película de su vida? ¡O cómo nuestros padres asumieron como propias las palabras de Scarlett O´Hara: “Aunque tenga que matar, engañar o robar, a Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre”!

Del cine hispano extraigo algunos títulos como “Agustina de Aragón” (1950), “Marcelino pan y vino” (1955),” La hija de Juan Simón” (1957), “Carmen la de Ronda” (1959) y “¿Dónde vas Alfonso XII?” (1959), de clara influencia y del gusto de la época: patria, religión y familia.

El Casares del cine

En la iglesia del Llano, don Diego Ortega, cura párroco, los viernes sacaba una gran caja fichero y una ficha de cada película a proyectar, que incluía una sinopsis temática, la clasificación moral y las barreras permisibles según una escala de edad: desde apta para todos los públicos, hasta mayores de veintiún años y con reparos, esta ficha se exponía de forma pública a la entrada de la Iglesia.

La historia del cine nos trae también al recuerdo a personajes de nuestro pueblo, queridos y recordados, pero desgraciadamente ya desaparecidos: el taquillero Antonio Galiano; los porteros Frasquito y José Borrego; el acomodador, Juan Carlos Vargas; los propietarios y proyectistas,  Ildefonso y Francisco Albarrán Ortiz.

Durante aquellos años fueron tantas las historias, sucesos y anécdotas que rodearon al entonces llamado Cine Albarrán, que su solo recuerdo melancólico me induce a seguir adelante para  transmitir esta historia a todos los que no tuvieron esas vivencias, recordándole a la gente de mi generación y anteriores, otras vidas y otros tiempos.

Trasera del Cinema Ortiz de Casares
Fotografía: Trasera del Cinema Ortiz de Casares (Autor: Javier Martos)

Se hicieron famosos los comentarios paralelos a la proyección de aquella paisana que con voz destemplada y amenazante decía ¡Hijoputa!, ¡Corre que te coge!, ¡Chiquilla que a quien te quiere es a ti!, acompañado de las risas corales del público. Aquello si era sentirlo en vivo y en directo.

Recuerdo también las veces que entró la pareja de la Guardia Civil buscando hombres para apagar un incendio; se producía un encendido de la luz, la apertura rápida y milagrosa de las puertas, y la salida de un tropel de varones en fuga por esas calles.

Mi héroe preferido, Paco Albarrán, nos salvó la vida en la inundación del domingo 24 de octubre de 1965, poniendo la suya en peligro de morir ahogado. Abrió la puerta principal del cine y se pudo evacuar el agua embalsada en la calle La Fuente, cuyo nivel ya alcazaba una altura de dos metros y medio.

Las cuadrillas de trabajadores portugueses traídos al Monte de Duque para el descorche, de tez muy morena, curtidos en el trabajo de sol a sol, de una estatura más baja que el común paisano, con grandes y tupidos bigotes negros y decimonónicos, y una talega al hombro para el avituallamiento en el pueblo, después venían al cine, la única distracción existente en Casares.

Afiche de la película "Agustina de Aragón" (Casares, 1952)
Fotografía: Afiche de la película «Agustina de Aragón», proyectada en Casares en 1952

Mucho más que cine

Además de los espectáculos cinematográficos se dieron otros como festivales flamencos, en el que destaca sobremanera las actuaciones de Dolores Jiménez, La Niña de la Puebla, y Lucas Soto, Luquitas de Marchena.

Recuerdo una obra de teatro humorística en los años sesenta, protagonizada por los jóvenes del pueblo y patrocinada por la Promoción Profesional Obrera (PPO) en el disfrutamos de nuestra gente. Fue soberbia la actuación de un joven llamado Adolfo Pérez, en su papel de protagonista. Perdimos un gran actor humorista, pero ganamos un gran amigo para siempre, para toda la vida.

Aparece en mi memoria de niño de los años sesenta y protagonista de “Cinema Paradiso”  (1988), película con la que me siento totalmente identificado, el recuerdo de mi madre con la copa de picón encendido bajo el brazo, tapado con la toquilla, mi hermana a un lado y yo al otro. Entrábamos libres y gratis al cine en el momento antes de comenzar la película. Nos sentábamos en las primeras hileras de los asientos finales, superando los rigores del invierno, calentitos, arrebujados al calor y el olor que solo una madre sabe dar.

Espectáculo musical en Cinema Ortiz (Casares)
Espectáculo musical en el Cinema Ortiz, 5 de mayo de 1957. Luquitas de Marchena es el marido de la Niña de la Puebla y el padre de Adelfa Soto, que figura como artista principal en la cabecera del cartel. Son, respectivamente, abuelo y madre de la actriz Adelfa Calvo Soto, que formó parte del jurado del Festival Nuevo Cine Andaluz de Casares en 2019.

El cierre

A principios de los años setenta Casares se sumió en una profunda crisis, perdiendo una importante población que se vio empujada a las poblaciones de la Costa. Al mismo tiempo, la televisión irrumpió en muchos hogares del pueblo. La asistencia de público al cine, escasa o directamente nula, era directamente proporcional a la calidad de las películas proyectadas, que bajó considerablemente. Esto produjo un declive irreversible del cine y una falta absoluta de rentabilidad.

La última proyección del histórico Cinema Ortiz fue el 4 de octubre de 1974, día de San Francisco de Asís, con un documental promocional, de pase gratuito, realizado por La Caja de Ahorros de Ronda.

En la nostalgia permanece el recuerdo de las risas infantiles, los primeros besos robados o las lágrimas emocionadas de un pueblo, Casares, que ama el cine.

En esa época es vendida la propiedad del cine a la empresa Seghers Club, por la cantidad de once millones de pesetas, convirtiendo nuestro cine en un fantasma de otro tiempo.

Javier Pineda, Juez Municipal por aquellos tiempos, impidió la venta a un anticuario del proyector del cine y el equipo auxiliar.

Durante este año pandémico del 2021 el edificio del cine ha sido adquirido por el Ayuntamiento de Casares. Pueden hacer lo que quieran con él. Las propuestas son variopintas, algunas hasta simpáticas y descabelladas, aunque me conformaría con que no fuese una quimera, como ya tenemos precedentes.

Esta parte de nuestra memoria colectiva, la que ocupa el cine, ni se compra ni se vende. Nos acompañará hasta el día en que solo seamos eso, recuerdos, como ya lo son la mayoría de los casareños que vivieron esta ilusión y nos precedieron.

Casares, hacia 1965 (Autora: Berih Bohlin)
Fotografía: Casares, hacia 1965 (Autora: Berit Bohlin)

Nota: Dedicado a mi hermana, Antonia Trujillano, con quien viví esta experiencia vital e inolvidable.