
Cementerio de Casares
El cementerio de Casares está ubicado dentro del recinto amurallado del castillo, en la zona alta del pueblo. Según la investigación que el casareño Benito Trujillano Mena está llevando a cabo, se trata de un cementerio civil establecido en el lugar de enterramiento que tendría el antiguo hospital dedicado a los pobres transeúuntes, donado en el testamento del mayorazgo de don Juan de la Calle Moreno, en 1676, situado a su vez en un edificio anexo a la antigua iglesia de Ntra. Sra. de la Encarnación.
Siendo este el principal sitio de enterramiento que alberga Casares, históricamente se han realizado inhumaciones en otros tres emplazamientos: en el interior de la antigua iglesia de Ntra. Sra. de la Encarnación (actual Centro Cultural Blas Infante), que sería el sitio principal desde el siglo XVI; muy puntualmente en el interior de la ermita de San Sebastián y desde 1731 en la cripta de la iglesia del Convento de Hermanos Menores Capuchinos de Casares. En estos otros tres lugares se enterrarían personas (mujeres, hombres y niños) pertenecientes a la nobleza, al clero o bien que eran personajes notables, hasta principios del siglo XIX.

En 1787, Carlos III dicta una Real Cédula para evitar las epidemias acaecidas en varias ciudades (y el hedor en las iglesias donde se realizaban inhumaciones), mediante la cual los cementerios fueron trasladándose fuera de las poblaciones, “en sitios ventilados e inmediatos a las iglesias”. En la mayoría de los pueblos la medida no fue de fácil cumplimiento puesto que su construcción debía costearse en parte con fondos de las iglesias y en terrenos propios o comunales; también porque obligaba a trasladar los cadáveres de las iglesias a estos cementerios (excepto los de los nobles, clero y personajes notables). Tampoco fue por lo general una orden de rápida ejecución, por lo que fueron necesarios otros decretos, circulares y nuevas órdenes hasta que se homogeneizó el emplazamiento de los cementerios en España. En Casares, por el contrario, la existencia del cementerio del hospital de caridad situado en el Castillo, situado «en paraje que no ofende a la salud pública» (diccionario Madoz, 1855) facilitó el acatamiento de la orden. Su uso permanece hasta nuestros días.