La memoria viva de un pueblo son sus gentes. La Feria de Casares es para el pueblo tan importante y se vive tan intensamente porque los vecinos quieren  alcanzar la felicidad completa en estos cuatro días durante los cuales cada uno se siente protagonista y responsable de intentar pasarlo lo mejor posible, aunque algunos sólo seamos testigos y partícipes con recuerdos de ferias ya muy lejanas.

El origen festivo proviene del reconocimiento de las autoridades municipales de Casares tras la guerra napoleónica (1812-1813) a la labor y compromiso del Convento de los Hermanos Capuchinos, aquellos honestos frailes guerrilleros contra el invasor francés, con el que se eligieron nuevos Patrones: San Francisco de Asís, al que se dedica esta fiesta, y Ntra. Sra. del Rosario del Campo, de clara advocación capuchina.

Fe Vicente y Eleuteria Mena. Feria de Casares, 1948 (Fotografía: Archivo de Benito Trujillano Mena)
Fe Vicente y Eleuteria Mena. Feria de Casares, 1948 (Fotografía: Archivo de Benito Trujillano Mena)

La Feria de Casares suponía en origen unos días de descanso entre las faenas agrícolas de siegas y vendimias, en tórridos veranos de trabajo en el campo.

Siempre ha intentado superarse de un año para otro. Es de los pocos momentos de la vida en los que el ocio hacía igual a todo el mundo. Ese carácter de feria abierta permanece en la actualidad.

Carreras de cintas en el Puerto de la Cruz (Casares). Década de 1960 (Fotografía: Hermanos Cordero)
Carreras de cintas en el Puerto de la Cruz (Casares). Década de 1960 (Fotografía: Hermanos Cordero)

En los años treinta se celebraron concursos ganaderos y espectaculares corridas de toros en el Puerto de la Cruz.

Entre los años cuarenta y cincuenta el cambio se produjo en los ritmos musicales y el baile. La Orquesta Monfrino inundó las noches de pasodobles, tangos o valses, marcando época el baile «agarrao».

Los recuerdos de mi infancia entremezclan el paisaje con el paisanaje, gente de nuestro pueblo, casareños de la diáspora y forasteros en una feria única, intensa, sin igual; gente entrañable que perdura en la memoria colectiva. Personajes irrepetibles como Juan Ocaña Ríos, «El de la Monjas», quien con sus cohetes y traca marcaba el principio y el fin de todo este sueño anhelado a lo largo del año.

Miembros de la Orquesta Monfrino (Fotografía: Archivo de Benito Trujillano Mena)
Miembros de la orquesta Monfrino (Fotografía: Archivo de Benito Trujillano Mena)
Juan Ocaña Ríos, 'el de las Monjas' (Fotografía: Hermanos Cordero)
Juan Ocaña Ríos, ‘el de las Monjas’ (Fotografía: Hermanos Cordero)

El acto de inauguración de la Feria y la coronación de la Reina de la Fiestas estaba presidido por la Autoridad Municipal, el Orden Público y la Eclesiástica.

Foto Pablo, del sepia al colorido del momento, sembrando los recuerdos familiares

Lo celebrábamos con turrón casareño elaborado por la Familia Secundino. Aquellas materias primas a base de almendras de los cortinales y miel de la campiña casareña daban un sabor único, genuino y de garantía.

Fotografía: Archivo de Juan Ocaña Rios
Feria de Casares (Fotografía: Archivo de Juan Ocaña Rios)

En la Plaza se situaba el Sr. Angel Uribe, su esposa y el eterno tiovivo. Dóciles caballitos, sube y baja, focas adiestradas y el cochecito de bomberos con su tintineo de campanillas.

Por la Carrera encontrábamos al Sr. Salvador y Juan con su desvencijado Tren de la Muerte. Para el Moreno nunca era suficiente el último escobazo. Y las cunitas, de perpetuo color verde primavera viejo, la noria olvidada de las mil ferias, gran ruleta de la vida, unas veces arriba y otras abajo.

En el Llano de la Fuente se ubicaba la Compañía de Teatro Hermanos del Valle. Actores de maravillosa interpretación, con el genial Dionisio del Valle, histrionismo personificado, creando escuela y afición que perduran hasta nuestros días.

Juan Ocaña Rios, 'El de las Monjas' (Fotografía de Juan Ocaña Rios)
Juan Ocaña Rios, ‘El de las Monjas’ (Fotografía: Archivo de Juan Ocaña Rios)

Las carreras de cintas equinas y asnales en el Puerto de la Cruz eran la epopeya de un pueblo y un tiempo irrepetibles; felicidad asegurada, con un melón o sandía bajo el brazo subía por las Piletas aquella juventud de los sesenta entre alborotos, jaleos y risas.

Clásica fotografía de feria de 'Foto Pablo', 60 años de fotografía en Casares (Fotografía: Archivo de Benito Trujillano Mena)
Clásica fotografía de feria de ‘Foto Pablo’. Foto Pablo. Sesenta años de fotografía en Casares (Fotografía: Archivo de Benito Trujillano Mena)
Las Piletas, década de 1960 (Fotografía: Hermanos Cordero)
Las Piletas (Casares), década de 1960. Al fondo, el puente de las Piletas

No existía buena feria sin lunes triste y ventoso: papeles y farolillos en vuelo libre de levantisca y, sobre todo, gente enferiada desmontando cacharritos y pensando en la fugacidad del momento y de los días, con la esperanza puesta en el Santo Cristo.

Pasan los años, las Ferias, las personas y continúa el trasiego de gente entre el Peñón Roao y el Llano de la calle Fuente.

Los casareños nos seguimos deseando diversión y felicidad en estos días, dejando a un lado las luchas y los quehaceres de la vida cotidiana. Al final solo somos eso: eslabones del tiempo en nuestro «Casares en la memoria».

Feria de Casares (Archivo de Benito Trujillano Mena)
Feria de Casares (Archivo de Benito Trujillano Mena)

Este artículo se publicó en una versión reducida en el Programa de Ferias de Casares de 2011 y en la versión actual, el 25 de julio de 2013 en iluana.com